Partido y guerrilla
Comuna Carlos Marx, prisión de Soria, febrero de 1986
publicado en Textos para el debate en el movimiento rrevolucionario europeo
marzo de 1987
Esta suficientemente demostrado, por lo menos para nosotros, que en los países europeos -países de capital monopolista de Estado e imperialistas- la forma superior de organización política del proletariado revolucionario sigue siendo el Partido Comunista. En otro nivel se encuentra la organización militar que, en su forma actual de guerrilla urbana, viene jugando un papel de primera importancia dentro del Movimiento Político de Resistencia de las amplias masas obreras y populares. Ni que decir tiene que estas dos formas de organización y de lucha política y militar no se excluyen mutuamente. Por el contrario, ambas se complementan apoyándose la una en la otra. Así, la lucha armada guerrillera viene sirviendo para allanar el camino a las organizaciones políticas de las masas y al Partido. Mientras que, por su parte, el Partido esclarece, políticamente al proletariado, le señala los objetivos inmediatos y a más largo plazo y organiza sus fuerzas; y, como se sabe, el Partido dota, además, a la guerrilla de un programa de acción claro señalándole el horizonte de sus objetivos políticos.
Por todo lo dicho no se debe consentir en ningún momento que la guerrilla se imponga y mande sobre el Partido, ni que la organización y actividad militar suplanten a la organización y actividad política partidista. Se trata de un principio leninista clave que continúa manteniendo su validez en todas las circunstancias de la lucha revolucionaria del proletariado y en todos los países. Es, pues, siempre la política -en este caso la política del Partido proletario- quien debe dirigir al fusil. Pensar en otra cosa significaría desarmar al proletariado.
Consecuentemente con esto, entre las tareas más importantes que están acometiendo los revolucionarios europeos se encuentran: 1) el dejar sentadas las mínimas bases políticas como son el programa y la estrategia, la línea de actuación revolucionaria; 2) la asunción práctica y viva en la vida del Partido de los principios ideológicos del marxismo y del leninismo, del comunismo; 3) el establecimiento del centralismo democrático en las relaciones orgánicas, la libertad de discusión y la unidad de acción, la supeditación de la minoría a la mayoría, la práctica de la crítica y la autocrítica, etc. Claro está, que nada de esto se puede hacer sin mantener unos mínimos vínculos con las masas y sin participar en las luchas obreras y populares más destacadas.
La intervención del Partido en las luchas de clases cotidianas de su país trae también aparejado el enconamiento de las contradicciones internas. Esta oportunidad se debe aprovechar para combatir las prácticas y concepciones nocivas y ajenas al proletariado, y para identificar a los elementos oportunistas y arribistas y aislarlos. Para ello es necesario que se mantenga una tenaz lucha ideológica y política. Los resultados de estas luchas son siempre una prueba del grado de desarrolla orgánica y madurez ideológica y política alcanzados por el Partido Comunista.
En las actuales circunstancias de Europa, los comunistas se vienen planteando la importante tarea de la reconstrucción del Partido marxista-leninista. El logro de este objetivo, imprescindible para el desarrollo de la revolución, sólo se puede conseguir en enconada lucha contra la reacción y el revisionismo; y también, queremos destacarlo, contra las tendencias que quieren suplantar la labor política, teórica y práctica, y organizadora propias del Partido Comunista por difusas organizaciones interclasistas. Sabido es que uno de los requisitos imprescindibles para que triunfe la revolución socialista en un país es la existencia de una vanguardia comunista que haya alcanzado su madurez. La existencia de un partido de corte bolchevique, aguerrido y templado, que haya pasado exitosamente por la prueba de fuego de la lucha de clases de su país y haya salido fortalecido de ella, es condición indispensable para poder pensar en hacer la revolución.
Las luchas de Lenin y el Partido bolchevique contra los mencheviques y los renegados de la II Internacional, y las de la Mao y el PCCh contra losdogmáticos y las posiciones erróneas de la III Internacional respecto de la revolución china son dos experiencias históricas que, aunque diferentes y peculiares, tienen para nosotros una importancia crucialmente esclarecedora. Si no llega a ser por la férrea lucha que se libró contra el oportunismo menchevique -que pretendía enganchar el proletario a la cola de la burguesía liberal en la revolución democrática-, y contra los claudicadores y reformistas de la II Internacional -que querían uncir al proletariado a los designios chovinistas de sus burguesías nacionales imperialistas-, no se hubiera producido la Revolución de Octubre. De la misma manera, si no llega a ser por la lucha que Mao y los comunistas chinos, a contracorriente, libraron contra los dogmáticos (que pretendían seguir imponiendo, pese a las dolorosas experiencias de muchos años de lucha, las tesis clásicas de la insurrección, primero, y el propósito de buscar la unidad con el Kuomintang a toda costa, después), manteniendo por contra sus posiciones independientes y desarrollando firmemente la guerra de guerrillas, tampoco hubieran hecho la revolución como ellos mismos reconocieron posteriormente.
Hoy día, cuando la tendencia a la revolución se acentúa en todas partes, cuando el papel del proletariado se revaloriza en todos los terrenos, y la burguesía está en decadencia y retroceso, esta necesidad del Partido proletario se hace más acuciante.
A nuestro modo de ver, la carencia de un verdadero Partido Comunista, marxista-leninista, es la principal causa que explica la debilidad política y la falta relativa de salidas y perspectivas en que se encuentra inmerso una gran parte del movimiento revolucionario en los países europeos. Por esta misma razón, no se podrá superar este escollo o impasse mientras no se afronten con coraje y decisión, y sin temor a equivocarse, las tareas teóricas y prácticas que requiere la reconstrucción del Partido Comunista. Debemos recordar que, si bien es deseable escarmentar en carne ajena y aprender de las experiencias que han tenido otros, no hay nada que pueda sustituir a la propia experiencia. De aquí que la consigna sea trabajar y trabajar, principalmente entre la clase obrera y el proletariado fabril, reorganizar el Partido, y crear las mínimas bases políticas e ideológicas requeridas.
La estrategia de los comunistas: combinar la insurrección armada de masas con la guerra prolongada de guerrillas
Es una tarea ineludible de los comunistas analizar las formas y métodos de lucha desde una perspectiva histórica y de acuerdo con los firmes principios, corroborados por la historia, del marxismo-leninismo. Sabido es que las razones por las que los marxistas practicaron en unas ocasiones la insurrección y en otras la lucha parlamentaria obedecieron a circunstancias concretas del desarrollo del capitalismo y de su Estado. Así, en la época de libre competencia se practicó predominantemente la lucha parlamentaria, ya que existían condiciones que permitían utilizar las propias leyes de la burguesía en contra de ella misma, como dijera Engels. Pero con el desarrollo del monopolismo -cuya regla general es su tendencia a la reacción, a la guerra y al fascismo- aquellas condiciones desaparecieron. Las democracias europeas actuales (verdaderas dictaduras fascistas refrendadas en cuerpo y alma por los socialdemócratas, eurocomunistas y reformistas de todo pelaje) sufren, desde hace ya muchos años, una crisis económica sin precedentes, la inestabilidad continua de sus regímenes y el acoso cada día mayor de los pueblos oprimidos por ellas y de un nuevo movimiento revolucionario en su seno que, aunque joven y poco experimentado, obtiene cada día mayores éxitos.
Lo más característico de este nuevo movimiento revolucionario que se extiende por toda Europa es el haber adquirido la forma de Movimiento Político de Resistencia: una original combinación de movimiento de masas y acciones guerrilleras que se complementan y que cada día confluyen más y más.
Este Movimiento Político de Resistencia ha roto, por un lado, con los métodos de lucha pacíficos y parlamentarios ensalzados en la postguerra, imponiendo a cambio métodos violentos de lucha, huelgas radicalizadas, manifestaciones fuera del control de los sindicatos y partidos reformistas, piquetes para extender las luchas y el sabotaje; la desobediencia civil y otros tipos de resistencia; y por otro, rechaza las distintas variantes del revisionismo moderno o eurocomunismo. Este Movimiento crece al calor de la crisis económica galopante y del retroceso del imperialismo a escala mundial. En España, a estos factores hay que añadir la aguda crisis política que padece el régimen nacido de la sublevación fascista, ante un poderoso empuje de las luchas de las masas obreras y populares. En esta situación general se desarrolla la lucha armada en la forma de guerra de guerrillas, de pequeños grupos o destacamentos de combatientes que ponen en jaque más de una vez al poderoso Estado de los monopolios.
La creciente actividad de la guerrilla, la envergadura de sus acciones, los diferentes objetivos alcanzados y su extraordinaria influencia en la lucha de clases de las sociedades capitalistas modernas hablan de su especial importancia. Existe una diferencia muy radical entre la vieja escena de luchas pacíficas, movimientos de masas reformistas, propaganda y lucha por el voto, y la nueva escena de luchas violentas, movimientos de masas radicalizado, desencanto y oposición a la democracia burguesa. Y este cambio tan esencial no se puede comprender si no se toman en cuenta las actividades guerrilleras y las agrupaciones políticas revolucionarias nacidas a su calor. Los partidos y organizaciones que apoyan la guerrilla juegan cada día un papel más destacado y las nuevas expectativas e inquietudes revolucionarias que se están fraguando entre las masas vienen siendo promovidas, en buena parte, por nuevas generaciones de revolucionarios comunistas.
Se dice frecuentemente que las acciones de la guerrilla contribuyen a elevar el grado de conciencia política y la organización de las masas obreras y populares, porque desenmascaran a la reacción y al revisionismo. Pero no se suele dar la requerida importancia al hecho de que esa conciencia y esta organización son los objetivos prioritarios que tiene marcados la guerrilla dirigida por el Partido Comunista. Se trata de acumular fuerzas revolucionarias y crear las condiciones de todo tipo que permitan derrocar al Estado capitalista. Y, en las condiciones materiales y subjetivas de nuestros países, no hay otra manera de acumular fuerzas ni de salvaguardarlas de los ataques del enemigo si no es mediante el apoyo de la guerrilla. El papel de la guerrilla para esta hora que vivirnos no queda definido en toda su extensión, por esto mismo, en el trabajo de Lenin La guerra de guerrillas. Allí se insistía en la labor de incorporar fondos al Partido, golpear blancos del enemigo y automantenerse. Pero para hoy día, y sin menoscabo de lo ya señalado por Lenin, el principal objetivo de la guerrilla es el de facilitar la acumulación de fuerzas por todo el Movimiento Político de Resistencia, contribuir a la organización de los obreros y otros sectores populares, agudizar la crisis del gobierno, fortalecerse y desarrollarse.
Es, pues, un hecho cierto que no existe otro camino para hacer la revolución que el que pasa por el desarrollo de la lucha armada proletaria. Esto resulta tan claro a los ojos de cualquier revolucionario que hasta sirve para distinguir la política revolucionaria de la que no lo es.
Claro que es tarea del Partido Comunista de cada país el aprender a encajar correctamente la lucha armada en relación con los otros métodos de lucha. No se debe, pues, sobrevalorar su eficacia política más allá de sus posibilidades reales, queriéndosele convertir en el único método de lucha y organización válido. O, simplemente, infravalorarla hasta el punto de reducirla a mera comparsa, o actividad sindical armada, de la
No hay comentarios:
Publicar un comentario